miércoles, 6 de julio de 2011

♥ MADMP - Capítulo 2 ♥

Disclaimer: Los personajes le pertenecen a Stephenie Meyer. La historia es de Lynne Graham. Yo solo me dedico a adaptarla a nuestra tan amada saga.
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Capítulo 2
Lo que no llegó a ser...

Desconcertada por la frialdad del recibimiento, Bella agradeció el paréntesis que le proporcionó el camarero al apartar una silla de la mesa para que se sentara.
-Gracias.
-Es un placer, hanim -replicó el joven con una sonrisa de evidente admiración, hasta que una seca palabra en turco pronunciada por Edward le hizo alejarse.
-Supongo que habrás notado que a mis paisanos les gustan especialmente las americanas castañas-murmuró.
-Sí -contestó Bella, pensando en el taxista que la había llevado al hotel y en toda la atención masculina que había atraído desde su llegada. Pero también era consciente de la proximidad de Edward con cada fibra de su ser, y aún más de la tensión que sentía en la zona de su pelvis, peligrosamente parecida a la excitación. Se sentía tan inquieta por sus reacciones como a los veintiún años, porque ningún otro hombre había ejercido nunca tal efecto sobre ella. Edward se encogió de hombros con despreocupación.
-Aquí, y me temo que también en otros sitios, las turistas americanas tienen reputación de ser las mu­jeres que más rápidamente se pueden llevar un hombre a la cama.
Bella se sonrojó intensamente.
-¿Disculpa?
Edward la miró con expresión burlona. Normal­mente no solía ser ofensivo, pero estaba empeñado en alejar aquel aire de falsa inocencia de la expre­sión de Bella.
-Algunas mujeres americanas se vuelven locas por los hombres turcos, así que no puedes culpar a estos por darte la lata.
-No era consciente de estar culpando a nadie -Bella cerró los dedos con fuerza en torno a la carte­ra que descansaba en su regazo. No podía creer que Edward le estuviera hablando de aquel modo.
Desesperada por librarse del poder magnético que ejercía sobre ella y descorazonada al compro­bar que el hombre que en otra época la rechazó aún la alteraba, bajó la mirada y murmuró con brusque­dad.
-Has dicho que no tenías tiempo que perder, así que, ¿qué te parece si hablamos sobre el malentendido que ha surgido en referencia al acuerdo al que llegaste con mi padre?.
Edward la miró con expresión divertida y a la vez satisfecha. Había percibido con toda claridad que Bella lo deseaba, de manera que no todo había sido mentira. Alzó una ceja con expresión retadora.
-No hay ningún malentendido al respecto.
-Tiene que haberlo -dijo Bella a la vez que sacaba los documentos de la cartera con mano temblo­rosa.
Preguntándose qué esperaba lograr esforzándose en convencerlo de que su eficiente asesor de inversiones era incapaz de reconocer una estafa cuando la veía, Edward soltó el aliento con un gesto de impaciencia.
-No tengo intención de examinar esos documentos. Tu padre lleva más de dos años sin cumplir con el acuerdo económico al que llegamos. Eso es lo único que cuenta.
-Papá jamás ha dejado de cumplir un contrato -alarmada por la negativa de Edward, Bella se inclinó y señaló la primera hoja que había dejado sobre la mesa-. Estas son las entradas del último año en el libro de contabilidad de la agencia. Una considerable suma de dinero fue transferida a tu banco turco en Londres, a una cuenta conocida como Cullens Media Incorporated. Tengo todos los resguardos que justifican la transferencia. Si eso no demuestra que ha habido algún malentendido, no se qué puede demostrarlo.
A pesar de que Edward se había sentido inmediatamente interesado por lo que había dicho Bella, Pues él no utilizaba ningún banco turco en Londres, siguió sin mostrar el más mínimo interés por el documento.
-Me temo que todo eso suena a un «malentendido» destinado a terminar en manos de una brigada internacional contra el fraude.
Bella se puso pálida al oír aquello.
-¿Se puede saber qué estás sugiriendo?
-Que resulta muy sospechoso que el nombre Cullens Media Incorporated se parezca tanto al nombre bajo el que opera mi propia compañía. -¡Que es CMI, Cullens Media Internacional!... No, y estoy convencido de que sabes que eso no es cierto -replicó Edward en tono sarcástico, ya totalmente convencido de que Bella trataba de buscar algún modo de encubrir lo sucedido-. CMI son las iniciales de Cullens Media International. Cual­quier dinero que se pague a Cullens Media Incorporated no tiene nada que ver conmigo.
-¡En ese caso el dinero debe seguir en la cuenta! -exclamó Bella, creyendo que por fin había encon­trado el error-. ¿No lo comprendes? Nadie en la agencia de viajes se ha dado cuenta de que el dinero fue ingresado en una cuenta equivocada... ¡oh, Dios mío! ¿Y si ya se lo han gastado?
A pesar de sí mismo, Edward empezaba a sentirse más interesado con cada segundo que pasaba. Bella parecía un auténtico ángel y, de no saber lo que sa­bía sobre ella, el atractivo de sus preciosos ojos chocolate habría acabado por afectarlo. Su frase final, «¿y si ya se lo han gastado?», había sido pronunciada con la convicción de una auténtica actriz. Pero nadie con dos dedos de frente habría creído una historia tan inverosímil. Si estuviera dispuesto a seguirle la corriente, Edward estaba seguro de que encontraría la cuenta de Cullens Media Incorpo­rated totalmente vacía. Cambiar el dinero de cuen­tas para ocultar adónde se dirigía y falsificar los li­bros de contabilidad era uno de los métodos más rudimentarios y comunes para ocultar un fraude.
-¿No has escuchado lo que he dicho? -preguntó Bella a la vez que se ponía en pie para enfatizar su entusiasmo por aquella posible explicación. Parecía evidente que, a causa de un estúpido error, el dinero que debería haber llegado a la cuenta de Edward había acabado en otra-. O los pagos se han ido amonto­nando en una de esas cuentas inactivas sobre las que suele oírse hablar, o alguien lo ha estado pasando muy bien durante los dos últimos años con un dinero que te pertenece.
-Afortunadamente, eso no es problema mío -respondió Edward con suavidad, aunque volvía a operar a dos niveles distintos; su cerebro trataba de desentenderse de su libido mientras su enfado aumentaba. Cuando Bella  inclinó su esbelto cuerpo hacia él, se volvió enloquecedoramente consciente del empuje de sus pequeños pechos contra la tela del vestido.
-Pero es tu dinero... ¿Acaso no te preocupa?-desconcertada por el aparente desinterés de Edward, Isabella se animó a mirarlo a los ojos.
Su Corazón pareció detenerse un momento mientras sus pezones se excitaban inesperadamente. Avergonzada por lo que le estaba sucediendo, bajó la mirada y volvió a sentarse rápidamente. ¿Era posible que Edward la alterara aún de aquella manera? Un intenso sentimiento de humillación se apoderó de ella, pues jamás habría pensado que, tres años después, aún pudiera sentirse tan vulnerable ante la presencia de Edward Anthony Cullen. Después de todo, no estaba enamorada de él, y el hecho de que fuera atractivo no era excusa suficiente para su reacción... ¿o sí?
El enfado superó la excitación de Edward, que se estaba recordando lo cruelmente burlona que había sido siempre Bella. En otra época lo atrajo con las mismas miradas lánguidas y con el mismo lenguaje de su cuerpo, pero después se había mostrado reacia cuando él se había -atrevido a reaccionar ante aquellas invitaciones. Pero su truco más efectivo habían sido tres palabras inolvidables. «Me das miedo», le confió en una ocasión en tono de aparente disculpa, sometiéndolo a la clase de contención física que nunca había tenido que poner en práctica con ninguna mujer.
Aún dolido por el recuerdo de aquellas injustas palabras, volvió a centrarse en el tema del que estaban hablando.
-La agencia de viajes de tu padre habría incum­plido el contrato de todos modos, y te deseo suerte en tu teoría de la cuenta inactiva. Sin embargo, todo lo que se debe tendrá que pagarse.
Tensa como la cuerda de un arco, Bella entreabrió los labios, resecos a causa de sus nervios.
-Eso es lo lógico, por supuesto, pero....
-No me gusta que me estafen -interrumpió Edward en tono gélido-. De hecho, hace falta muy poco para convertirme en un hombre implacable.
-Solo te estoy pidiendo que seas razonable y examines estos papeles, y ni siquiera estás dispuesto a hacer eso por mí -dijo Bella en tono de reproche-. Tampoco es mucho pedir, ¿no? ¿Por qué me estás tratando de este modo?
-¿De qué modo? -preguntó Edward con la misma frialdad.
-Como si fuéramos enemigos, o algo parecido -murmuró Bella, incómoda.
-No hay nada más muerto que una aventura amorosa muerta, excepto una aventura que nunca llegó a serlo -replicó Edward con cortante claridad.
Bella se quedó muy quieta, como si le hubieran golpeado de forma inesperada. Miró los papeles que Edward se negaba a examinar mientras se esforzaba por contener las lágrimas. Acababa de escuchar de sus propios labios el verdadero motivo por el que perdió el interés en ella. «Una aventura que nunca llegó a serlo». Era tan denigrante averiguar que lo que creía haber compartido con Edward no había significado nada para él sin el sexo... Siempre lo había sospechado, pero aquella confirmación tan directa había resultado realmente dolorosa. Tomó su vaso de zumo y dio varios sorbos para tratar de relajarse mientras se recordaba que tenía asuntos más importantes en los que concentrarse.
-Se está acabando el tiempo -Edward no se dejó afectar por la vulnerable expresión de Bella. Como ya había averiguado hacía tiempo, era una actriz muy convincente y, como entonces, el único objetivo que perseguía era su cartera, no un anillo de bodas, como él asumió entonces de modo tan ingenuo.
Bella alzó la cabeza y respiró profundamente.
-Estoy dispuesta a admitir que desde que nos vimos la última vez, la agencia no ha sido dirigida como es debido. Hace dos años, tras un largo periodo de mala salud, mi padre se retiró y James se hizo cargo de Swan Travel. Ahora James se ha ido y es mi hermana Alice la que se ocupa de la agencia. Dices que no se ha cumplido con el contrato y que no estás dispuesto a admitir la excusa de un error humano. Pero si insistes en reclamar la cantidad que se te debe ahora mismo, podría significar la ruina de la agencia.
-El mundo de los negocios puede ser muy duro. Lo siento, pero no estoy dispuesto a dejarme ablandar -dijo Edward en tono irónico a la vez que se preguntaba dónde habría ido James Gigandet. Pero no estaba dispuesto a preguntarlo.
-James se fue a vivir con Victoria, la mejor amiga de Alice -continuó Bella y Edward notó, como ya había notado en el pasado, que cuando mencionaba al marido de su hermana su expresión se volvía hermética-. Alice y James están divorciados.
¡De manera que aquel era el motivo por el que Bella había acudido a Turquía para rogar su indulgen­cia y agitar sus largas pestañas ante él! Y el meloso de James se había largado con otra mujer. La sensual boca de Edward se comprimió en una dura línea de de­sagrado. Al parecer, solo había que mirar un poco más allá de la ilusoria pureza de la belleza de Bella para descubrir que solo era una mujer sin escrúpulos dispuesta a mentir cuando le convenía hacerlo.
-Tengo la sensación de que en realidad no estás escuchando nada de lo que te digo, pero lo que es­toy diciendo es muy importante -enfatizó Bella en tono de ruego-. Si esos pagos que según tú nunca fueron hechos...
-Sé con certeza que no fueron hechos -inte­rrumpió Edward con agresividad-. ¿Acaso tenemos que volver otra vez sobre lo mismo?
Bella suspiró.
-Si los pagos no se hicieron fue por algún error. Supongo que tendrás suficiente comprensión y paciencia como para permitir que tratemos de averi­guar lo sucedido, ¿no?
-¿Y por qué iba a tener paciencia? -Edward le dedicó una mirada totalmente carente de amabilidad. ¡Los constructores a los que había timado la agen­cia Swan Travel se habían mostrado pacientes y no les había servido para nada!
-No sabía que fueras así... -murmuró Bella, an­gustiada. ¿Había sido Edward siempre tan frío, tan duro e insensible? ¿Sería posible que solo hubiera imaginado que poseía otras cualidades?
Decidió intentarlo de nuevo.
-Solo te estoy pidiendo más tiempo...
-No -dijo Edward con determinación-. Ya me has hecho malgastar suficiente tiempo.
-¡No he venido aquí preparada para encontrarme con una situación tan desagradable! –Protestó Bella – ¿No puedes echarme una mano con esto?
Aquí no cuento con los medios necesarios para hacer las comprobaciones necesarias en el banco. ¿Bella de rodillas y rogándole? A Edward le gustó la idea, a pesar de que sabía que de todos modos retiraría su inversión de la agencia y arrancaría para siempre de su vida el recuerdo de aquella mujer.
Podría resultar divertido jugar un rato con las absurdas historias y excusas que le estaba contando. Sintiendo que por fin tenía su atención, Bella volvió a empujar hacia él los documentos que se hallaban sobre la mesa.
-Échales un vistazo, por favor... y puedo hacerte una promesa; pase lo que pase, serás compensado. James hizo construir dos chalets de lujo cerca de Dalyan y tengo que ocuparme de que se pongan a la venta. Swan Travel aún cuenta con algunas bazas.
Mientras miraba sus ojos color marrón chocolate, Edward reconoció con creciente enfado que ella era la mejor baza de la agencia. ¡No podía creer su descaro! ¿Cómo se atrevía a contarle todas aquellas mentiras? ¿Acaso creía que había aceptado aquel encuentro sin ponerse al tanto de todos los datos que tenía a su disposición? ¡Que Bella fuera capaz de mentir de aquel modo solo demostraba que estaba implicada hasta el cuello en aquel descarado engaño! En aquel momento decidió tener una actitud más dura con ella.
Bella sintió un gran alivio al ver que Edward tomaba los documentos que había desdeñado hacía unos momentos.
-No voy a hacerte ninguna promesa -el tono grave y sensual de la voz de Edward le hizo sentir un cálido e involuntario estremecimiento.
-Oh, no, por supuesto que no. No espero ninguna promesa en estos momentos -se apresuró a decir, convencida de que se mostraría más comprensivo cuando hubiera leído los documentos.
-Pero el tiempo que me va a llevar revisar todo esto tiene un precio -dijo Edward, sabiendo cuánto iba a disfrutar haciendo bailar a Bella al son de su músi­ca. ¿Acaso no hizo ella lo mismo con él de un modo mucho más primitivo? Recordó con despre­cio los grititos nerviosos, que tuvo que soportar aquel verano mientras Bella se debatía entre explosiones de entusiasmo y repentinos ataques de timidez para tenerlo bien enganchado. Jugó con él como una virtuosa del violín y lo convenció totalmente de que estaba. tratando con una nerviosa virgen. Pero ahora era él quien tenía la batuta.
-¿Un precio?-repitió Bella, confundida.
Edward ladeó su oscura cabeza con la confianza de un cazador a punto de atrapar a su presa.
-Todo tiene un precio en este mundo. ¿Aún no sabes eso?
-No estoy segura de entenderte.
Una sonrisa irónica curvó los labios de Edward.
-Es muy sencillo. Si voy a revisar estos documentos, tendré que contar con ayuda.
-No creo que eso suponga ningún problema. ¿Qué clase de ayuda necesitas?
-Solo voy a estar aquí unas horas. Esta tarde volaré de vuelta a Estambul para asistir mañana a una importante reunión. Después pienso ira  mi casa de campo. Te sugiero que te reúnas allí conmigo y te quedes unos días. Necesitaré tenerte a mano para responder a las preguntas que surjan y para que me ayudes, en mis averiguaciones.
Mientras Edward soltaba aquella bomba. Bella abrió y cerró la boca varias veces como si tuviera intención de hablar, pero en cada ocasión la cautela le hizo morderse la lengua. La perspectiva de pasar unos días en la casa de campo de Edward resultaba inquietante. Sin embargo dadas las circunstancias. Su sugerencia era bastante razonable.
-De acuerdo -concedió, tensa.
Edward estaba seguro de que iba a aceptar y su evidente turbación no lo sorprendió lo más mínimo. Bella no podía perder la oportunidad de mantenerse al tanto de las averiguaciones para tratar de eliminar cuanto antes cualquier prueba que la incriminaba. Sin embargo, al mismo tiempo iba a tener que seguir haciéndose la inocente. Antes de llevarla a Sonngul se aseguraría de que hiciera una visita inesperada a los chalet, de los que le  había hablado. ¡Ni siquiera la mentirosa más experta podría librarse con sus mentiras de aquello!
-¿Cuándo quieres que me traslade a tu casa? -preguntó Bella, incómoda-. ¿Está lejos?
-Está bastante lejos. Haré los arreglos necesa­rios para que pasen a recogerle mañana a las doce. Yo me encontraré contigo en el aeropuerto para que podamos ir juntos a Sonngul -mientras miraba la plenitud de los rosados labios de Bella, Edward la estaba imaginando tumbada en su magnífica cama, ofreciéndose abiertamente a él en la casa a la que nunca llevaba a ninguna mujer por respeto a su familia.
¿Se aprovecharía de su actual y anhelante afán por complacerlo? No, decidió con fiera determinación. No estaba dispuesto a llevar a una mujer a su cama en unas condiciones tan sórdidas.
-Agradezco que estés dispuesto a invertir tú tiempo en este asunto -Bella sintió que los labios le cosquilleaban a causa de la mirada de Edward y se ruborizó ligeramente.
Reconoció que estaba deseando que la tocara y se avergonzó por ello, pero no tanto como tres años atrás, cuando sus propias y contradictorias reacciones físicas la habían confundido y asustado.
Edward se sentía molesto con la imagen prohibida de Bella en su cama, que se negaba a abandonar su mente. Ya no le cabía la menor duda de su culpabilidad. En cuanto reuniera las pruebas necesarias, estaba dispuesto a entregarla a la policía. No podía haber distinción entre su forma de tratar a Bella y a cualquier otro delincuente. Atreviéndose a acercar se a él con sus mentiras solo había logrado precipitar su castigo, y lo había hecho en un país cuyo sistema judicial era mucho menos liberal que el americano.
Una vez tomada aquella firme decisión, Edward se levantó de su asiento.
-Me temo que debemos dar por terminado nues­tro encuentro. Tengo un compromiso para comer.
Desconcertada por la repentina conclusión de su encuentro, Bella se levantó precipitadamente, pero para entonces ya había perdido la atención de Edward. Al seguir su mirada se fijó en una mujer mayor de pelo cano que avanzaba hacia ellos bastón en mano, acompañada por un hombre joven.
Edward apretó los dientes mientras su bisabuela se acercaba con la imparable determinación de un misil. Alguno de los miembros de la plantilla del hotel debía de haberle dicho que estaba con una joven y bella extranjera. Al parecer, aquello había bastado para que Elizabeth Cullen saliera disparada del ático para satisfacer su curiosidad.
-La señora Cullen dice... -el empleado del hotel que estaba actuando como guía de Elizabeth, dedicó a Edward una tensa mirada de disculpa antes de dirigirse a Bella-. La señora Cullen dice que lleva un vestido encantador.
Edward parpadeó y luego se fijó en el vestido. Este era muy discreto y apenas revelaba que debajo había un cuerpo femenino, cosa que debía haber com­placido a su pudorosa bisabuela. Toda la familia conspiraba para proteger la delicada sensibilidad de Elizabeth, de la escandalosa lasitud moral de un mundo que la inquietaría, pues su corazón no se hallaba en buenas condiciones. Afortunadamente, ni veía la televisión ni leía la prensa, pues pensaba que su marido, ya fallecido, nunca habría aprobado que se dedicara a tales actividades.
-Tengo el honor de presentarte a mi bisabuela, Elizabeth Cullen... Bella Swan -dijo Edward, reacio, aunque habló con gran suavidad.
-Dile que me alegro mucho de conocerla –Bella devolvió la radiante sonrisa de la señora Cullen. La diminuta mujer apoyó una mano en el hom­bro de su bisnieto y empezó a hablar en turco mientras él hacía un discreto gesto para que el empleado del hotel se alejara.
-Bella hanim tiene una sonrisa muy dulce. Me gusta lo que veo en su rostro -confió su bisabuela con alarmante entusiasmo-. ¿Crees que querrá comer con nosotros?.
Tratando de no dar un respingo ante la amenaza de lo que pudiera surgir si Bella entrara en contacto con el equipo matriarcal de interrogatorios, Edward murmuró una excusa en turco y, tras una palabra de disculpa a Bella, acompañó a su bisabuela de vuelta al ascensor.
Viendo el afecto que suavizó sus ojos mientras lo hacía, Bella apartó la mirada, dolida por el contraste con el modo en que la había tratado a ella. Pero aquello era un asunto de negocios, no era nada personal, se recordó enseguida. Evidentemente, Swan Travel había metido la pata en lo referente al contrato. ¿Sería responsable James de aquello? Aunque Bella detestaba al ex marido de su hermana, sabía que Alice y su padre siempre se sintieron impresio­nados por la eficiencia con la que James se ocupó del negocio familiar y con lo mucho que trabajaba. Aunque los beneficios cayeron a niveles decepcionantes, nadie culpó a James por aquella realidad. Después de todo, no fue culpa suya que abrieran otra agencia de viajes muy cerca. En cualquier caso, Bella era consciente de que Edward solo se había mostrado dispuesto a ceder un poco cuando ella había mencionado los chalets que debía vender.
-Mi limusina te llevará de vuelta al hotel –dijo Edward cuando regresó y mientras la acompañaba a la salida. Una vez fuera, Bella lo miró de reojo, cohibida y preocupada por su manifiesto distanciamiento.
-Aparte de este asunto... ¿no podemos seguir siendo amigos? -preguntó impulsivamente.
Edward la miró con dureza, sin ocultar su desprecio.
-Ya no tengo cinco años, ni tú tampoco.
Bella se ruborizó al instante y lamentó haber hablado.
-Por otro lado, güzelim -murmuró Edward a la vez que alargaba las manos hacia ella y la atraía hacia sí en un arrebato de rabia-, odio decepcionar a una mujer.
Al sentir el Contacto de su poderoso cuerpo, Bella sintió que su corazón se desbocaba.
-¿Edward... ?
La sensual boca de Edward cubrió la de ella con una fuerza explosiva. Por un instante, Bella se quedó paralizada, pero luego, instintivamente, se puso de puntillas y le rodeó el cuello con los brazos. Al sentir la primera oleada de respuesta de su cuerpo, dejó escapar un suave gemido y ladeó la cabeza, permitiendo que Edward penetrara su boca con su lengua. Con una brusquedad que la dejó totalmente con­fundida, Edward volvió a liberarla. Se había ruborizado. Se sentía tan consternado por su impulsiva acción como por la inesperada respuesta de Bella. ¿Qué dia­blos le había pasado? A la gente de su país no le gus­taban aquella clase de alardes en público.
Bella lo miró con expresión aturdida sin poder evitar sentirse orgullosa de sí misma. Había logrado permanecer entre los brazos de Edward sin sufrir un irrazonable ataque de pánico. Al parecer, reconocer aquellos inquietantes sentimientos y haber acudido a consultar con una psicóloga el año anterior le había servido de algo.
-Esto no volverá a repetirse -dijo Edward con firmeza mientras abría la puerta de la limusina que esperaba junto a la acera-. Entre nosotros ya no hay nada.
Entonces, ¿por qué la había besado? Dolida, Bella entró en la limusina lamentando habérselo per­mitido en lugar de haberle dado un empujón. Se sentía furiosa consigo misma. Allí estaba, con vein­ticuatro años, aún virgen y tan inmadura como una adolescente. Evidentemente, Edward se había limitado a reaccionar ante las señales que ella debía haberle estado enviando de forma inconsciente. Al recono­cer aquello su enfado se esfumó, pues era ella la que se había buscado aquella humillación. ¿Pero quién habría podido pensar hacía un año que iba a ser capaz de comportarse de aquella ma­nera con un hombre? Mientras la limusina la lleva­ba de vuelta al hotel, su mente se llenó de recuerdos que normalmente no solía permitirse examinar...
Alice se casó con James cuando Bella solo tenía doce años. Era feliz al ver a su hermana tan enamorada, y le encantó que James estuviera dispuesto a trasladarse al hogar familiar en lugar de llevarse a Alice a algún otro sitio. Su padre también estaba encantado, pues James siempre le había mostrado un gran respeto. Un año más tarde, Charlie Swan puso su casa a nombre de su hija y su yerno.
Dos años después de aquello, cuando tenía quin­ce años, Bella vio por primera vez a James con otra mujer. Volvía de casa de una amiga cuando pasó por un aparcamiento que se hallaba a las afueras de la ciudad. Al ver aparcado el coche deportivo de James, se acercó pensando que si estaba allí podría volver con él a casa. Y, efectivamente, James estaba en el coche... besando y abrazando apasionadamente a una desconocida. Desolada por lo que había visto, y también agradecida por no haber sido vista por la pareja, Bella se sintió tan disgustada, que estuvo va­gando varias horas por las calles antes de volver a casa.
Hasta aquel momento de su vida, Bella había contado a Alice prácticamente todo lo que le sucedía. Pero lo que había visto aquel día la dejó sin su única confidente, pues sabía que su hermana adora­ba a su atractivo marido, y además estaba embara­zada de su segundo bebé. Pasó varias semanas angustiada, preguntándose qué debía hacer, hasta que finalmente decidió hablar con su padre.
Pero Charlie Swan no reaccionó Como ella esperaba.
-Seguro que te confundiste -replicó de inmedia­to, claramente enfadado.
-Pero los vi... ¡era James, y era su coche!
-¡No Vuelvas a mencionar eso y no se te ocurra decirle nada a tu hermana! James y Alice tienen un matrimonio feliz. ¿Cómo has podido inventar una historia tan perversa respecto a tu cuñado?
La desmesurada reacción de su padre, que solía ser normalmente un hombre sensible y comprensi­vo, conmocionó a Bella. Tuvo que hacerse mayor para comprender que su desafortunado padre había invertido demasiado en la estabilidad del matrimo­nio de Alice como para enfrentarse a la posibilidad de que James no fuera el magnífico yerno que creía que era. ¿y cómo podía haber previsto que la preocupación causada por lo que le había contado lo llevaría a cometer el error de advertir a James que ha­bía sido visto en el aparcamiento?
Con la rapidez de un rayo, pues no había ningu­na lentitud en el instinto de supervivencia de James, este sumó dos y dos y dedujo quién lo había visto. Aquella misma tarde fue a recoger a Bella al colegio y le dio un susto de muerte con sus muestras de ra­bia y sus amenazas. La feliz vida familiar de Bella y la fe que tenía en los adultos que la rodeaban se vi­nieron abajo en aquel instante.
-¡Maldita bruja cotilla! -espetó James tras dete­ner el coche en el mismo aparcamiento en el que Bella lo había visto, con la clara intención de intimidarle-. De ahora en adelante, más vale que te metas solo en tus asuntos. Vuelve a ir por ahí contando historias sobre mí y te aseguro que dejarás de tener un hogar. Le diré a Alice que su precoz hermana se me ha estado insinuando, y te aseguro que me cree­rá a mí antes que a ti.
Entonces fue cuando Bella aprendió lo que era vi­vir atemorizada. Decidido a castigarla por haberle contado a su padre lo que había visto, James encon­tró rápidamente el tratamiento más adecuado para hacer que se sintiera amenazada. Empezó a mirar con expresión lasciva las incipientes curvas de Bella y a burlarse de ella en privado con desagradables comentarios. Nunca llegó a tocarla, pero Bella empezó a vivir aterrorizada temiendo que algún día lo hi­ciera.
Cuando llegó el momento de irse de casa y em­pezar sus estudios en la universidad, James la había convertido en una adolescente tímida e introvertida que se ponía a temblar solo con pensar en los hombres y el sexo.
Mientras tomaba una ducha en la habitación del hotel, Bella se recordó con firmeza que aquella pesadilla pertenecía al pasado. Sin embargo, lo que más amargamente lamentaba era que, por culpa de James, cuando conoció a Edward Cullen fue incapaz de mantener una relación normal con él.
Reconoció avergonzada que habría sido capaz de hacer casi cualquier cosa por tener una segunda oportunidad con él, pero Edward le había dejado claro que no quería saber nada de ella.
-¿Y podía culparlo por ello? - se preguntó aquella noche, ya en la cama. Edward había sido bastante amable al describir lo que compartieron como aventura amorosa que nunca llegó a serlo. Sabía que podía haber utilizado palabras más duras. Podría haberle dicho que se había comportado mal jugando con él al ratón y al gato, y que ser tratado como un maníaco sexual no era precisamente una experiencia fascinante...
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Mi gente hermosa! mis mas sinceras disculpas por la demora en Luz de Luna, les juro que estoy haciendo lo posible pero tengo un fuerte bloqueo mental!! es desesperante sentarse frente a la notebook y mirar la hoja en blanco de word, horas y horas...
Intento hacer lo posible, así que las recompenso con un nuevo capítulo de esta nueva historia que constará de 10 entregas! si, solo 10 así que no tendrán que esperar mucho. Les prometo un capítulo cada cinco días a partir de ahora, para que no se acabe tan pronto...
Solo les pido un poco mas de paciencia, las recompensaré! =)

1 comentario:

  1. que lindo... Me encanta esta historia espero prontito el cap siguiente.

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